Ingerir Ácidos Grasos N-3 Reduce Síntomas De Asma Bronquial Infantil

03/29/2019

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Tras concluir un estudio de seis meses de duración en el que participaron niños de la Ciudad de Baltimore, los investigadores de Johns Hopkins corroboran que ingerir una alimentación rica en ácidos grasos n-3 reduce los síntomas del asma que se asocian a la contaminación del aire interior. Asimismo, del estudio se ha inferido que consumir más cantidad de ácidos grasos n-6 puede producir el efecto contrario y agravar los síntomas del asma.

“Nuestro equipo persigue reducir los niveles de contaminación del aire en las viviendas de la Ciudad de Baltimore”, explica la Dra. Emily Brigham, autora principal del estudio y profesora adjunta de medicina interna en la Universidad Johns Hopkins. “Si bien hemos obtenido resultados prometedores, no nos detendremos allí”.

Son fuentes de contaminación del aire interior los productos de combustiones relacionados con el quehacer culinario; los productos químicos que se usan para la limpieza del hogar, y el humo del tabaco, factores todos que desencadenan los síntomas del asma. El equipo de investigadores ya había demostrado que los niveles de contaminación interior en las viviendas de la Ciudad de Baltimore, sobre todo el derivado de las partículas en el aire, superan con frecuencia los límites permisibles para la calidad del aire exterior fijada por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA).

La Dra. Brigham afirma que existe un cúmulo de datos que constatan que la concentración de ácidos grasos n-3 y ácidos grasos n-6 influye en la salud del aparato respiratorio, al modificar la respuesta del organismo ante los procesos inflamatorios.

Se considera que los ácidos grasos n-3, los cuales se derivan de productos marinos y de ciertas nueces y semillas, son saludables porque reducen la inflamación; no obstante, se ha demostrado que los ácidos grasos n-6, cuya fuente principal es el aceite vegetal; a saber, los aceites de maíz, soya, girasol y cártamo, se asocian a la aparición de procesos inflamatorios, aunque su efecto sobre la salud aún no se ha esclarecido.

Dado que los niños que padecen asma son propensos a la inflamación y a los síntomas respiratorios, los investigadores supusieron que la ingesta de ácidos grasos n-3 y ácidos grasos n-6 podía guardar relación con la gravedad del asma y la respuesta de los niños ante la contaminación del aire en sus hogares.

En el estudio participaron 135 niños asmáticos, entre cinco y 12 años de edad. A efectos del estudio, los investigadores definieron la gravedad del asma bronquial conforme a las directrices del Programa Nacional sobre Educación y Prevención del Asma (NAEPP), cuyos criterios de clasificación comportan los síntomas, el uso de inhaladores y la fuerza espiratoria de los pulmones. Mediante encuestas, los cuidadores de los participantes informaron al equipo sobre la alimentación, los síntomas diarios del asma y el uso diario del inhalador durante una semana, tras inscribirse en el estudio y a los tres y seis meses subsiguientes. A fin de revisar alteraciones en los biomarcadores de la inflamación, los investigadores obtuvieron muestras de sangre durante las semanas en que recolectaban las encuestas.

Mediante un aparato que se colocó en las viviendas de los participantes, se obtuvo la medición de partículas contaminantes de dos tamaños: las partículas de gran tamaño, al inhalarlas, se depositaban a lo largo de las vías respiratorias, mientras que las partículas finas se adentraban en los pulmones, hasta alcanzar los alvéolos. La concentración promedio de partículas finas en el hogar de los niños participantes se estimó en 26,8 microgramos por metro cúbico, un valor que supera en más del doble el límite fijado por la EPA para el aire ambiental.

Los investigadores descubrieron que, por cada gramo adicional de ácidos grasos n-6 que se ingería, la probabilidad de que los niños presentaran manifestaciones clínicas equiparables a los criterios de mayor gravedad era del 29 %. Expuestos a los mismos niveles de contaminación, los participantes que consumían más ácidos grasos n-6 eran más vulnerables a presentar síntomas que los niños que consumían más ácidos grasos n-3, quienes resultaban menos vulnerables. De los resultados se dedujo que una mayor ingesta de ácidos grasos n-6 se asocia a concentraciones más altas de neutrófilos, un tipo de leucocito que media la respuesta inflamatoria ante la contaminación. 

El Ministerio de Agricultura de Estados Unidos recomienda la ingesta diaria de ácidos grasos n-3 en valores equivalentes a una porción de salmón de 3 onzas, y de ácidos grasos n-6, en valores equivalentes a media cucharada de aceite de soya; este último se usa para freír en muchos restaurantes de comida rápida.

La alimentación de muchos niños estadounidenses difiere ampliamente de las pautas recomendadas: con un consumo pobre de alimentos con ácidos grasos n-3 y un consumo rico de alimentos con ácidos grasos n-6. Los investigadores explican que, además de que los alimentos ricos en ácidos grasos n-3 pueden ser más costosos, el acceso a comidas saludables es escaso o nulo en la mayoría de las zonas donde viven familias con bajos ingresos.

Si se comprueba que la alimentación incide indefectiblemente en el control del asma bronquial, resultaría fundamental eliminar los obstáculos alimentarios a fin de reducir las desigualdades en salud y normalizar el tratamiento de esta patología. 

“Mejorar tanto la alimentación como la calidad del aire interior de la población que padece asma de forma desmedida, podría ser la estrategia más ventajosa para su salud”, afirma Brigham.

El asma bronquial es una patología crónica que se caracteriza por la inflamación y la estenosis de las vías respiratorias, cuyos síntomas son típicamente las sibilancias, la opresión en el pecho, la dificultad para respirar y la tos. Según la EPA, 6,1 millones de niños padecen asma en Estados Unidos, lo que acarrea un gasto sanitario anual que ronda los 983 USD por niño. El asma empeora por factores desencadenantes en espacios interiores, tales como los ácaros del polvo, el moho, las cucarachas, la caspa de mascotas y el humo ambiental de tabaco.